©/2 Raúl Travé Molero (nuevatribuna.es, 17 de mayo de 2016)
Cuando recibí la invitación para la mesa redonda sobre turismo urbano sostenible que la Organización Mundial del Turismo (OMT) organizada en Madrid para celebrar el año internacional del turismo sostenible para el desarrollo, lo primero que se me vino a la cabeza fue un lamento. Pocas cosas hay tan seguras como que si se organiza un año internacional es que el problema está muy lejos de solucionarse o el objetivo de cumplirse. Incluso en el peor de los casos puede ocurrir que para muchos actores implicados se trate de algo que conviene reclamar por su imagen pública, pero sin exigir acciones efectivas.
Con un público formado mayoritariamente por miembros internacionales de la OMT, no pude evitar sentirme casi como un infiltrado en los Jardines de Cecilio Rodríguez de El Retiro. Confieso que el demagogo, más que el antropólogo, que llevo dentro se escandalizó al ver las bolsas de bienvenida repletas de papeles – “¡empezamos bien con la sostenibilidad!”- sobre cada una de las aproximadamente 200 sillas del aforo.
Ahora sí como antropólogo, lo realmente significativo era la ausencia de asociaciones de vecinos. Es cierto que el panel era de expertos, pero hubiera sido un detalle contar, al menos entre el público, con quienes deben vivir el nivel de sostenibilidad de cualquier desarrollo turístico urbano. Sin embargo, el sector empresarial sí estaba bien representado por expertos… En marketing: MasterCard, Minube, El Corte Inglés; o en “asuntos de industria”: Tripadvisor y Amadeus. El otro flanco de la mesa era político, desde la ministra del ramo de Sudáfrica hasta el Coordinador General de la alcaldía de Madrid, Luis Cueto, pasando por el alcalde de Málaga, Francisco M. de la Torre, y los Secretarios y Directores Generales de turismo de Tailandia, Emiratos Árabes y la provincia sudafricana de Gauteng. Fuera de estas dos categorías, como figura independiente se encontraba el Director del Colegio de Arquitectos de Madrid, José María Ezquiaga, y como auténtico experto en turismo Taleb Rifai, Secretario General de la OMT. Como casi siempre la clave iba a estar en cómo se define o entiende el concepto sostenible.
Personalmente esperaba un acto de guante blanco, de esos en los que se cantan las grandezas del turismo como generador de riqueza y herramienta infalible de intercambio cultural; la punta de lanza de la globalización contra la xenofobia, que apenas tiene algunos flecos que limar. Por eso me sorprendió que Luis Cueto abriese el acto hablando de “no matar la gallina de los huevos de oro” y usase una palabra que sólo él repetiría a lo largo del acto “retorno”, recordó que la tasa de retorno, el dinero que realmente se queda en el territorio, debe ser suficiente para compensar los problemas que la actividad genera. Un contrapunto al discurso de la Secretaria de Estado de turismo, Matilde Asián, que habló de la hospitalidad como “un deber”, como si fuese sencillo serlo en según qué condiciones; de la sostenibilidad como algo abstracto, como si pudiese ser sostenible algo que se vende por debajo del precio de coste, y de una industria turística formada en su mayoría por PYMES y autónomos, como si no existiesen los grandes turoperadores y las multinacionales del turismo, muchas con base en España.
Dos ideas enunciadas por Taleb Rifai sobrevolaron todo el acto: “el turismo ya no es una actividad elitista” y “el turismo es un derecho, una parte del derecho humano a relajarse”. Nadie puso en cuestión o matizó estas afirmaciones. Una cifra, los 1.186 millones de viajeros internacionales del año 2015, debería respaldar la primera afirmación, pero vista desde la segunda sería hipócrita no señalar que esa cifra no refleja la realidad de un mundo en el que determinadas personas de unos pocos países se pueden permitir varios viajes internacionales al año, mientras que para otros esto es un sueño inalcanzable o realizable en condiciones que distan mucho de poder ser consideradas como relajantes. En cualquier caso, deberíamos cuestionarnos cómo de sostenible sería generalizar ese modelo de consumo si la propia OMT reconoce que la actividad turística y aérea supone alrededor de un 14% de las emisiones de gases contaminantes.
Como era de prever, la mesa redonda se desarrolló con buen talante y con pocas críticas profundas, con intervenciones que se movieron entre el tono de autoayuda de la representante de Tripadvisor -que abogó por “que la gente no se sienta culpable por viajar”- y la difícilmente compatible opinión de los representantes de El Corte Inglés y MasterCard -que animaban a comprar local-, con su misión corporativa.
Sin embargo, fueron de agradecer las intervenciones de la ministra sudafricana y del Director General de Gauteng preocupados por el uso del turismo como herramienta para mejorar la vida en los suburbios de las ciudades; y la del representante tailandés, que reconoció que Bangkok puede estar muriendo de éxito como destino y enfrenta graves contradicciones entre los deseos de los turistas, los dirigentes políticos de la ciudad y los bangkokianos.
Mención aparte merece el alcalde de Málaga que, ante la pregunta del público sobre la participación ciudadana en la confección de políticas y planes turísticos, afirmó convencido de que es lo máximo a lo que se puede aspirar: “hacemos encuestas”.
No obstante, quienes pusieron más empeño en marcar la diferencia y hacer que sus intervenciones traspasasen la epidermis fueron Ezquiaga y Cueto, quienes en el poco tiempo del que dispusieron intentaron abordar los problemas que acarrea la saturación turística en las ciudades y esbozaron algunas soluciones. Cueto, que afirmó rotundamente que Madrid no puede permitirse pasar de 9 a 20 millones de visitantes anuales y fijó el objetivo de la ciudad en 11 millones, habló de la posibilidad de crear un canon turístico (medida que la Comunidad de Madrid se niega a implantar) para asegurar una tasa de retorno suficiente, la cual estableció en, al menos, 6 de cada 10 euros. Planteó también descentralizar la actividad turística de la ciudad para repartir costes y beneficios. Pero sobre todo contestó con contundencia a la intervención desde el público de una representante de Airbnb que quiso poner el parche en una herida que apenas se había abierto: Cueto le agradeció con bastante ironía que hubiesen dado pasos hacia la legalidad y la colaboración con las instituciones. Por su parte, el Director del Colegio de Arquitectos de Madrid recordó la importancia de conservar y promover una economía endógena, más allá de una apuesta exclusiva por el turismo, que impida la transformación de las ciudades en parques temáticos.
No podemos olvidar que el turismo es una actividad económica y, como cualquier otra, genera desequilibrios en el territorio donde se inscribe. La clave es cómo se distribuyen los costes y los beneficios de esa actividad y qué grupos y de qué forma se ven beneficiados y perjudicados. Esa distribución de costes y beneficios tendrá inevitablemente mucho que ver con cómo y desde qué intereses definimos el concepto sostenible.